Un hueco para mis zapatillas 2


Estaba en silencio, inmóvil sobre la cama, con su mirada fija en el techo. Los ojos abiertos pero el pensamiento hueco, realmente hueca toda ella. Tanto que casi podía oír su propio eco interior. Vacía, como un bello jarrón de porcelana china. No recordaba el tiempo que llevaba en su habitación y tampoco alcanzaba a entender muy bien qué había pasado unas horas antes. Sabía que Pablo la había cogido en brazos y la había llevado rápidamente desde el jardín a su habitación mientras ella lloraba y reía a la vez, ante la atónita mirada de sus invitados. Recordaba ver, apresurándose detrás de ellos, a su madre avergonzada, abanicándose con histeria sin poder controlar sus tacones y doblando casi a cada paso sus tobillos. Una imagen que hizo surgir de nuevo un brillo extraño en los ojos de Laura y una sonrisa pícara.

Hacía unos minutos que había abierto los ojos y por mucho que lo intentaba no sabía discernir si lo ocurrido había sido cierto o sólo un sueño. Un sueño, divertido, pero que no le había dejado ninguna sensación placentera, bien al contrario. Se sentía desconcertada, cosificada. Como cualquiera de los vestidos y trajes de chaqueta de treinta mil euros que contemplaba colgados en su vestidor, sin ningún cuerpo que les diera vida por dentro. Como uno de esos zapatos de colección exclusiva de Barigni dispuestos en exposición sobre los estantes, como si de un museo se tratara. Zapatos que no sirven para lo que sirven los zapatos. ¡Cuánto daría por ser una simple zapatilla, pensó! Una de esas que se agrietan de tanto lavarlas, de las que se secan al sol o se airean en las terrazas. Una de esas que todas las niñas tienen de pequeñas, con sus ribetes rosas. Sus preferidas. Laura nunca había tenido unas zapatillas favoritas, había tenido tantas que no le había dado tiempo a quererlas.

 

De repente, se alzó como un resorte mecánico y se puso en pie. Su vestido de gala, desabrochado, cayó al suelo rápidamente. Saltó fuera del círculo de seda que dibujaba el modelo y salió al pasillo medio desnuda. Sigilosa y pegada a la pared subió a la planta de arriba y se coló en el desván. Con movimientos rápidos y nerviosos destapó todos los baúles y cajas de ropa descartada que allí se acumulaban. Encontró un chándal negro, de esos con dos rayas blancas en los lados. No era suyo evidentemente. No lo había visto nunca, pero le pareció tan hermoso, tan adecuado al momento, que no dudó en ponérselo, aún con su peinado recogido con la hebilla del tocado. Se miró en el espejo y le surgió de nuevo la sonora carcajada. Siguió buscando y encontró, por fin, unas zapatillas de deporte, esta vez, nuevas, con etiqueta incluida donde claramente se reflejaba su clase social. Unas pobres zapatillas de 50 euros. Laura se las calzó divertida y volvió a salir al pasillo. Oía a lo lejos la música de su fiesta de compromiso, que continuaba aún, sin ella… Bajó a la planta baja sin que nadie la viera y salió al jardín por la puerta de la lavandería. Respiró profundamente y se dirigió a paso rápido hacía la verja blanca por donde salía el servicio a tirar la basura o recibir a los proveedores. Ahora sí se sentía plena, excitada incluso, cómoda y auténtica a la vez. Se acercó a los barrotes blancos y agarró la manivela de la puerta, pero enseguida le embargó un olor nauseabundo, de sudor, restos de pescado y grasa. El camión de la basura recogía en aquel momento los contenedores de la calle.


Responder a Raquel Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

2 thoughts on “Un hueco para mis zapatillas