Nada es cierto


Si vuelve, quizá, a lo mejor, o a lo peor… – Desde la orilla, pensaba en él, día tras día, asustado.

 

– Sí, es un mar de cuchillos, pero sería igual de incierto siendo de agua, no te preocupes- le respondía en silencio el barquito de papel mientras se alejaba – Nada es cierto ahí afuera, nada ocurre ni ocurrirá. No te preocupes. De hecho, dan ganas de no hacer nada porque de nada sirve. Dan ganas de echarse y simplemente flotar, mirar al cielo con el brillo del sol en los ojos, mirar la noche con las estrellas en el corazón y dejarse vivir con el rumor protector del agua en los oídos y la Luna esperanza hablándome al corazón:

 

No hay nada. No hay empuje ni resistencia. No hay peso que sobrellevar porque da igual lo que lleves o que sueltes, si ha de quedarse atrás se soltará, si ha de seguir contigo, te perseguirá, pegado y viscoso, imposible de arrancar.

 

 

¡Déjate! Mientras la corriente fluye, no hay más. Irás rápido en las caídas y lento en los remontes, es así y así es. No hay más ni más puedes hacer. Flota, las corrientes deciden cuando las lágrimas se vuelven invisibles. No importa si son tristeza o alegría, todas son agua en el mar, invisibles, efímeras, duran lo que les cuesta deslizarse por mejillas suaves, cuanto más suaves menos duran, cuanto más mar menos importan. Y mientras caen, vives, avanza tu cuerpo aunque tu mente se ancle.

 

 

Y en ese avance llegará un torbellino, o una ola, o una roca, y darás vueltas y vueltas, perderás trocitos, rasgarás partes, pero sobre todo virarás y cambiarás. Nunca tu forma será igual, y con cada rasguño, con cada corte, el agua fluirá diferente, la corriente no avanzará igual, el camino será diferente y sólo conocer tus heridas te permitirá seguir a flote. Agárrate fuerte a ellas. Agárrate fuerte a ti. Aunque seas de papel.

 

 

 

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