Documentos de identidad


Realmente hacía un día estupendo, un sol lleno de vitaminas y un olor a hierba fresca muy agradable. La anciana la había traído a su “residencia de verano”, uno de los bancos del Parque Central realmente mejor ubicados, discreto pero muy bien orientado, en primera línea frente al lago. Por el camino, no habían hablado mucho, más bien poco. Laura quiso ayudarla arrastrando ella el pesado carro de la compra lleno de cachivaches pero la señora la miró con gesto casi atacante y cerró sus dedos alrededor del asa tan fuerte que hasta los nudillos parecieron hacerse más grandes. Laura entendió entonces que mejor no inmiscuirse. Quizá ella hubiera hecho lo mismo si un desconocido por la calle se ofrece a llevarle las llaves de su casa. Qué extraña adicción nos genera la propiedad, pensó. No eres nadie si no tienes nada y tampoco si lo tienes todo. Quizá nacemos vacíos y necesitamos ir llenándonos durante la vida o quizá nacemos llenos y nos vaciamos viviendo. Laura no sabía muy bien cómo funcionaba esto pero estaba claro que empezaba un camino diferente que quizá le ayudara a descubrirlo. Hace tan sólo 24 horas estaba a punto de ser la dueña de una de las mayores compañías del continente, disponía y predisponía sobre mercancías y personas e iba a mezclar el amor entre los balances contables casándose con Pablo. Ahora su emporio era poco más que una foto de carnet y la compañía de una anciana sin techo. No era mucho pero suficiente. Miraba al frente, al lago del parque, y pensaba que no necesitaba más en ese momento.

 

– ¿Quién será?- preguntó Laura en voz alta mirando la fotografía de carnet que había encontrado en el suelo de la estación y que mantenía entre los dedos.

– ¿Qué importa?- contestó la señora – Es una foto perdida, nadie vendrá a buscarla. Quédatela.

 

Qué adicción de nuevo a la propiedad, pensó Laura. Por eso, lleva tantos objetos. Lo guarda todo. ¿Para qué quería ella una foto de un extraño?

 

La señora entendió el gesto de incomprensión de Laura. Se giró a su carrito y rebuscó entre los objetos. Sacó una bolsa transparente con un montón de documentos. Carnets, pasaportes, fotografías, mapas, agendas,…

– Mira, yo tengo muchos – Sacó los documentos y fue contándole la historia de cada uno. Hablaba de las personas por su nombre, construía sus historias de los retazos que habían dejado olvidados en los documentos perdidos. Realmente eran momentos congelados de desconocidos pero a Laura le pareció que la anciana los consideraba a todos como familiares y amigos.

– Guarda la foto, niña. Te ha encontrado cuando estabas perdida. Hay algo en ella para ti.

 

Laura observaba con interés todo lo que hacía y pensaba aquella mujer. La señora realmente veía historias y calor humano en cada objeto. Será su forma de compensar la soledad, pensó. Mirando de nuevo hacia el lago, Laura sintió lástima. Sintió pena resonando en su vacío. Una lágrima se le escapó por la mejilla pero la secó rápidamente. Guardo la foto en el bolsillo y pensó que iba a necesitar un carrito de la compra.

 

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