Una flor entre las piedras 2


¡Qué frío! Tenia el cuello entumecido y la espalda destrozada. Seguía con los ojos cerrados, disfrutando esa nada que puedes ver cuando miras simplemente al interior de tus párpados. No era negro, veía ya de color naranja porque se había iluminado el día y el sol entraba por las puertas de cristal de la estación. También oía claramente el ir y venir de pasajeros, de maletas llenas, el ruido de motores arrancando, a punto de iniciar caminos diferentes. No oía sin embargo la respiración de la anciana, tampoco identificaba su oído si todavía seguía al otro lado de la máquina. Sin abrir los ojos, se puso boca abajo sobre el banco. Le parecía que las barras de madera habían hecho surcos en su espalda y necesitaba un cambio. La postura le propició un color más oscuro a su visión interior. Sin tanta luz, se atrevió entonces a abrir los ojos. Entre las barras del banco simplemente podía ver el gres viejo negro y blanco del suelo, pero también la suciedad impregnada a las esquinas donde no llegan nunca las fregonas, algún que otro papel, una anilla de lata de Coca-Cola y una foto tamaño carnet, una foto estropeada, que no desentonaba en el entorno, pero que suponía, al menos, un elemento vivo en aquel rincón. Un objeto alegre en la oscuridad, como una flor entre piedras, una historia escondida. Era un chico joven, más o menos de su edad, con barba y una amplia sonrisa, casi carcajada, dirigida al objetivo. Parecía feliz.

– Se te ha despeinado el recogido – oyó Laura mientras alguien posaba una mano en su espalda. Tardó unos segundos en sacar la mirada del suelo gris y volverse hacia arriba. Y tardó otros cuantos segundos más en distinguir borrosamente a la anciana mientras sus ojos se acostumbraban a la luz.

– ¿Quieres? – le dijo ofreciéndole un bote de Coca-Cola frío – A veces esta máquina también se acuerda de mí y me deja una lata en el dispensador, esperando a que despierte. Las mañanas que miro y la encuentro son más alegres. Alguien se habrá ido maldiciendo pero su rabia es suerte para mí.

La anciana ya había encogido su brazo al ver que Laura no recogía el bote pero seguía hablando.

– Hoy he encontrado una lata y una chica, seguro que es un gran día.

Laura volvió la cabeza al suelo, alargó su mano y alcanzó la foto rota. Se incorporó y se sentó en el banco frente a la anciana.

– Yo he encontrado una foto –


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2 thoughts on “Una flor entre las piedras

  • Vicente Fernández

    Siempre me ha producido admiración la fuerza de las plantas crecen en las rocas de las montañas, en cualquier grieta del duro asfalto o en densos empedrados, como el de la foto. Muchas personas, sin saber como ni por qué, se encuentra en una situación parecida. Para salir a la luz tienen que superar obstáculos que parecen insalvables. Buscar motivación en pequeños detalles como un bote de cocacola, una foto…, puede ser una buena espoleta.

    • Raquel Autor

      ¡Todo un mundo por descubrir en los pequeños detalles que normalmente nos pasan desapercibidos pero que nos podrían resultar tan motivadores! Gracias Vicente por esa reflexión tan acertada.